Me ocurre a menudo que sueño con música. El otro día se apoderó de mí una dulce melodía, era Strange Fruit, pero en vez de la versión de Billie Holiday era la que canta Jeff Buckley. Ya sabéis que le tengo adoración.
Mientras su dulce voz me sumergía en el sueño todo me iba recordando a un paisaje sureño. Las casas con hamaca en el porche, las cosas oxidadas, los árboles de formas fantasmales introduciéndose en aguas pantanosas.
Y de repente ¡coño! ¡La casa de la peli “Matar un Ruiseñor”!. No hay nada mas sureño… Mi sueño ya era incontrolable, ya sabéis como son los sueños…
Me sentía la hija de Atticus Finch, pero en ese mismo instante encontré a Scout la verdadera hija que se ofreció de cicerone.
Jeff seguía cantando con su melodiosa voz, Scout y yo sabíamos que también él se estaba intrigando con mi sueño, en realidad fue Jeff el que nos aviso de la presencia de Gregory Peck en el papel de Atticus. Allí estaba el padre perfecto, tan guapo, el hombre justo con su traje impecable y sus gafas, la representación de la moral, el ciudadano íntegro, el defensor de los negros.
Scout me dio un codazo y me insinuó que no me fiase de él que era todo apariencia. Miré a Jeff y vi que también se le caía la baba admirando el porte de aquel hombre que representaba el padre ejemplar. Entendí a Jeff, su propio padre lo había abandonado siendo un bebé.
Scout, parecía contrariada y no le agradaba la impresión que nos causaba su padre. No os fiéis de él, volvió a repetir en voz baja.
Jeff había dejado de cantar y su cara tenía esa expresión de eterna melancolía que tenía su padre Tim Buckley. Se parecía mucho a él.
Deambulamos largo rato por el sueño sureño y encontramos a esos personajes de nombres sonoros, Calpurnia, ¡no es genial para la criada!, Calpurnia, me encanta! Y allí estaba el vecino inquietante, Boo Radley, dios! No me lo podía creer, a mi es que me encanta este personaje. Nunca nada es lo que parece y había que conocerle para que te gustase, tengo que confesar que tenía la manía de pronunciarlo en secreto… Boo Radley, Boo Radley, Boo Radley...
La pequeña Scout parecía leerme la mente, no, no es tu padre, ahora le admiras con ese traje elegante y esa corbata perfectamente anudada e incluso añoras esos momentos como en la película, cuando te abrazaba, te sentaba en las rodillas y te daba sabios consejos morales que tu creías tan razonables.
- Os diré una cosa, - dijo Scout-, ¡Atticus no existe! El verdadero Atticus, es un jodido borracho empedernido del juego que se folla a las mujeres de los negros a los que de noche persigue con la cara tapada, pero sus zapatos le delatan, brillantes por fuera pero podridos y llenos de mugre en su interior.
Por fin Jeff, habló, -y dijo- bueno al menos da el pego. Todo el mundo sabía que mi padre se ponía de Heroína hasta las trancas.
Yo quise consolarlo, bueno tu padre tenía una voz maravillosa y dejó un hermoso legado de canciones y al menos vivió como quería. Piensa Jeff que tu padre era autentico, vivió como quería vivir, para la música. No engañó a nadie.
En ese momento desperté con una extraña sensación, el sueño molaba, pero me había dejado una especie de amargo sentimiento saber que ATTICUS NO EXISTE.
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